Como consecuencia de los cambios que ha sufrido la sociedad en años recientes, la unidad familiar tradicional ha sufrido una enorme transformación; entre las principales causas de este fenómeno, podemos citar el aumento en la tasa de separación y divorcios, y los hijos nacidos como resultado de relaciones informales.
Esto ha dado como resultado el surgimiento de toda una nueva gama de relaciones familiares: padres solteros, padrastro, madrastra, hermanastros, medios hermanos, padres naturales, “el novio de mi mamá”, “la amiga de mi papá”, “la pareja que vive en casa”… Quienes viven en esta situación, deben asumir roles inesperados y desconocidos; en el caso de los hijos, los roles pueden variar día con día, dependiendo del día de la semana (“hoy comemos con mi papá”), la casa en la que habitan (“este fin de semana vamos con mi mamá”), o las personas con quienes les toca convivir (“van a estar los hijos de la nueva esposa de mi papá.”)
Con la aparición de nuevos roles, aparecen nuevas reglas. Y nuevos retos para los protagonistas. ¿A quién corresponde decidir la hora de acostarse? ¿Quiénes van al viaje de fin de año? ¿QUIÉN MANDA EN ESTA CASA?” Y, finalmente, “¿por qué me grita este señor, que ni siquiera es mi papá?”
El nacimiento de las denominadas “FAMILIAS COMPUESTAS” impone un reto para todos sus miembros. ¿Qué se puede hacer para comprender este reto, enfrentarlo… y superarlo?
Empecemos por señalar que, a pesar de que la situación se presenta tan frecuentemente que ya podría considerarse “normal”, esto no significa que, en cada caso individual, no se produzca dolor y sea fácil de manejar.
¿Cuáles son los problemas que pueden resultar del establecimiento de una “familia compuesta”?
- Todos se sienten muy confundidos, sin marcos claros de referencia, por lo que tienen dificultad en sentir empatía por los sentimientos del otro. El nivel de crisis que manejan es muy alto: cuando están bien, están muy bien; pero si están mal, están muy mal.
- Los adultos tienen enormes deseos de que la situación funcione, de manera que pierden espontaneidad y se tienen a sí mismos y a la pareja sistemáticamente bajo la lupa: como si caminaran sobre cascarones, a punto de meter la pata en todo momento
- Hay fricciones entre padres e hijos; por ejemplo: la mamá duerme con otro sujeto en donde dormía con el papá
- El establecimiento de esta familia significa la ruptura definitiva de los padres, situación terriblemente dolorosa para los niños; la boda de uno de los padres significa el fin de toda posibilidad de que sus padres vuelvan a estar juntos
- Los hijos empiezan a manipular a los papás, sus tiempos, etc. Hay desobediencia y reto. Esto genera problemas con el cónyuge, con reclamos tipo “controla a tus hijos”, etc.
- Un alto porcentaje de segundos matrimonios se terminan por causa de los hijos; y ojo, que no dije por culpa de. En realidad me refiero a que la situación de los niños en esta nueva relación no ha sido manejada adecuadamente
- Los niños experimentan muchos sentimientos de abandono, se sienten traicionados y traidores, con una gran necesidad de mantener la familia de origen intacta
- Celos entre los hijos – en todas sus formas y colores: los hermanos, los medio-hermanos, los hermanastros o “los hijos del novio de mi mamá”
- Las dificultades son mayores cuando los hijos son mayores; como en todas las familias, la convivencia es muy difícil cuando hay hijos adolescentes: hijos pequeños problemas pequeños – hijos grandes problemas grandes
- Tradicionalmente la familia compuesta tiene muy mala fama; en los cuentos, las madrastras son las malas de las películas y las hermanastras se asocian con abuso, bullying, etc. Por ejemplo: Cenicienta es una víctima, que ilustra los temas de soledad y orfandad en el seno de una familia compuesta
- Las expectativas y exigencias que los adultos imponen en la nueva pareja son más altas que la primera vez; y la tolerancia ante los errores es menor. La luna de miel acaba mucho más pronto y con más dolor
¿Qué pueden hacer para que esto funcione?
He aquí tres puntos fundamentales que pueden resultar de utilidad:
- Platica con tu pareja.
Cuando los problemas no son enfrentados no desaparecen, solo se posponen y, en algunos casos, empeoran. Anticipen los problemas que se podrían presentar; analicen las posibles soluciones que darían. Establezcan reglas claras; si las reglas no son claras los que pagan el precio son los niños.
- No impongan a sus hijos el amor por su nueva pareja.
Introduzcan poco a poco la nueva relación; permitan que las cosas se vayan dando de manera natural y fluida.
- Platiquen con los hijos.
Ustedes tienen derecho a rehacer su vida; es un error suponer que los niños pueden decidir por ustedes si deben o no tener una nueva pareja. Pero lo que sí es importante es cómo comunicar a los niños la decisión de casarse nuevamente. Permítanles participar en el establecimiento de una nueva rutina familiar; pidan su opinión acerca de las cosas que les harían sentirse mejor.
Las ideas aquí presentadas son muy generales y solo pretenden dar una orientación útil en la mayoría de los casos; algunas veces pueden llegar a presentarse problemas más serios, especialmente en los niños: disminución en el rendimiento escolar, berrinches, trastornos en el dormir o un retroceso en la conducta a etapas ya superadas (por ejemplo empezar a mojar la cama durante la noche). En algunos casos puede ser necesario consultar a un especialista, que puede ayudar a superar la crisis.
Espero que esta información te sea de utilidad; si te gustaría tener más información acerca de este y otros temas, no dudes en contactarme.