Introducción:
Hace tiempo apareció en Internet un video de un niño australiano víctima de bullying que azotó a su “agresor” contra el suelo, rompiéndole la pierna. El video causó revuelo; no creo haber recibido nunca tantos mensajes en donde me enviaban la liga para poder verlo… los comentarios eran diversos: iban desde “pobre niño” (refiriéndose a cualquiera de los dos niños) hasta “se lo tenía bien merecido” (refiriéndose al “agresor”). Yo misma me hacía todos estos comentarios, pero el sentimiento que predominaba en mí era “¡cuánto enojo debe haber acumulado este niño!”, pensamiento que, claramente, se refería al chico víctima.
A mí no me da gusto toda la situación ilustrada por este video, pero deseo de corazón que ambos chicos hayan aprendido algo de ella:
Muchos pequeños “agresores” continúan siéndolo cuando llegan a grandes porque nunca tuvieron la oportunidad de ver el efecto que sus acciones tienen sobre los demás. Y, en este caso específico, no me refiero a la fractura de pierna, sino al hecho de ver que molestar al otro le produce un daño.
Y muchos pequeños “víctimas” continúan siéndolo cuando llegan a grandes porque nunca se les permitió reaccionar frente a la agresión de los otros.
¿Qué había detrás de la reacción de este pequeño “víctima” que se transforma en “agresor”?
Durante muchos años se ha considerado que existen dos tipos de emociones: las positivas y las negativas. Las emociones positivas, como la alegría y el amor, son socialmente aceptadas y, desde muy pequeños, enseñamos a los niños a expresarlas abierta y frecuentemente. Lo contrario sucede con las emociones negativas, como el enojo, el coraje y la tristeza; estas son rechazadas por la sociedad y enseñamos a los niños a reprimirlas y “controlarlas” desde edades muy tempranas.
Hoy vamos a hablar del enojo, una de las emociones negativas que más dolores de cabeza provocan en muchas familias. Acompáñanos.
El enojo es una de estas palabras que todos utilizamos, pero que son difíciles de definir. En términos generales, es la emoción que experimentas cuando sientes que alguien te ha ofendido, que te han hecho un mal, te han ignorado o rechazado, es decir, cuando te sientes amenazado; pero también es la emoción que experimentas cuando te sientes frustrado o cuando sufres una pérdida.
El enojo va acompañado de manifestaciones físicas:
- Expresiones faciales
- Lenguaje corporal
- reacciones físicas (como aumento del ritmo cardiaco, aumento de la presión arterial y secreción de adrenalina) y, con frecuencia, de conductas agresivas encaminadas a detener la situación o a desquitarte.
La realidad es que todos experimentamos enojo en algún momento de nuestra vida; se trata de una emoción primaria y natural, que incluso puede salvarte la vida! Entonces, yo me pregunto: ¿cuál es el problema?
El problema no radica en sentir enojo, sino en dejarse dominar por él. Muchas personas, y los niños en particular, tienen dificultad para canalizar su enojo en conductas aceptables. Con frecuencia, el enojo sale en forma de agresividad y se manifiesta de forma diferente de acuerdo a la edad de los niños:
- Las mamás de “niños agresivos” llegan a mencionar que sus hijos eran agresivos desde el nacimiento; por ejemplo, cuando tienen hambre o dolor reaccionan con rabia.
- Alrededor de los dos años, los niños (especialmente los varones) se vuelven físicamente agresivos; las conductas más frecuentes son aventar objetos y agredir a otros niños (morder, empujar, jalar el pelo, pegar).
- En los niños de edad escolar, las conductas agresivas más comunes son insultar, burlarse, ridiculizar y todo tipo de actos de violencia física.
En todos estos casos, los niños se comportan de forma inapropiada y en situaciones inapropiadas, lo cual no solamente les crea problemas sociales, sino que también cambia el concepto que tienen de sí mismos, ya que después de “explotar” contra el otro, se crean sentimientos de culpa que dificultan la resolución de una situación de forma constructiva.
Además, como se trata de una emoción que no es socialmente aceptable, tendemos a culpar a otras personas o situaciones por nuestro enojo, en lugar de hacernos responsables de ellas. Y yo creo que si podemos reconocer esta actitud en nosotros mismos, éste puede ser el punto de partida para poder ayudar a los niños a manejar su enojo de forma apropiada.
Otro punto importante que debemos tener en cuenta para comprender el enojo de los niños es que ellos tienden a imitar las pautas de conducta que ven en casa, lo que nos fuerza a revisar nuestras propias conductas antes de poder apoyar a los niños en la resolución de los conflictos.
En este sentido, es importante ayudar a los niños a comprender que el enojo es una emoción normal, que “se vale” enojarse; pero lo que “no se vale” es agredir a otro como resultado del enojo.
Aunque existen muchas razones específicas para que un niño esté enojado, en general se trata de una respuesta a la frustración, al sentimiento de impotencia frente a una situación. Ya sea que el niño se sienta avergonzado, solo, aislado, ansioso o lastimado, experimenta enojo porque no sabe cómo responder ante estos sentimientos.
Muchas veces tenemos la impresión de que el niño “se enojó sin motivo alguno,” y la verdad es que el enojo puede volverse la forma cotidiana de reaccionar de los niños desde edades muy tempranas.
También es importante tratar de entender el significado del enojo de tu hijo. Veamos cuáles son las principales causas de enojo en los niños.
En los niños muy pequeños, el enojo se desencadena cuando se limita su movimiento, cuando se les obliga a estar quietos demasiado tiempo, cuando se les interrumpe en una actividad o cuando se contradicen sus deseos.
Cuando son un poco mayores, las principales causas incluyen tomar cosas de su propiedad, alterar sus planes, expectativas o lo que él considera sus derechos; también las críticas o el constante ataque a sus ideas o creencias.
El aprendizaje, la maduración (es decir la edad) y algunos factores propios de la personalidad de cada niño pueden determinar que sea más o menos “enojón” que otros.
En los bebés el enojo es un sentimiento difuso, se “enojan con todo el cuerpo” y su sentimiento se manifiesta principalmente a través del llanto. Cuando son más grandecitos, su enojo va dirigido contra las personas que limitan su actividad, (principalmente cuando tratamos de poner reglas, no es cierto?)
Algunas condiciones agravan la situación:
- No dormir bien una noche
- Cuando están enfermos
- Cuando están cansados
- Cuando tienen hambre
- Cuando hay visitas
- La presencia de muchos adultos que toman decisiones
- El aprendizaje (cuando el niño aprende que enojándose consigue lo que quiere, se enojará con más frecuencia)
- La baja tolerancia a la frustración
Por otro lado, ya hemos visto que el enojo está considerado como una emoción negativa; por ello enseñamos a los niños a reprimir este sentimiento o a ignorarlo. Desgraciadamente, muchas veces esto sólo empeora las cosas: recientemente se ha encontrado que reprimir el enojo puede causar más enojo.
Entonces, ¿cómo podemos ayudar a los niños a manejar su enojo?
Aunque se trata de niños pequeños, existen estrategias que podemos enseñarles para el manejo apropiado del enojo. Veamos algunas ideas que pueden ser de utilidad.
– Ayuda al niño a entender cuál es la causa de su enojo. A veces el simple hecho de acercarnos en una actitud de interés, sin criticar, ayuda al niño a sentirse entendido.
– No señales únicamente lo que el niño no debe hacer; dile lo que sí debe hacer. Por ejemplo: en lugar de decir “no le pegues a tu hermano,” podrías decir “los problemas no se resuelven pegando; trata de encontrar otra forma de resolver el problema con tu hermano.”
– A veces puede parecer importante encontrar el equilibrio, es decir, la cantidad de enojo que es aceptable. Y ¿cuál es esa cantidad? Un buen indicador es poder reconocer que “estoy enojado,” lo que es muy diferente a sentir que “soy mi enojo” o que “el enojo se apodera de mí.” Poder reconocer esta diferencia me permite saber que “yo soy más grande que mi enojo y puedo controlarlo.” Y, de la misma manera, lo que controlo es a mi enojo, ¡¡¡NO A MÍ!!!
– Los adultos tenemos que reconocer que el enojo es una emoción “normal”, para poder ayudar al niño a comprenderlo. Ya dijimos que el problema no radica en sentir enojo, sino en expresarlo de formas inapropiadas, por ejemplo, como agresión. Cuando tu niño manifiesta enojo, toma tiempo para explicarle que estar enojado es aceptable, pero que debe encontrar formas adecuadas de manifestar estos sentimientos.
– Por supuesto moldear la conducta es una de las herramientas más importantes de que disponen los padres. Para que puedas pedir a un niño pequeño que exprese su enojo adecuadamente, comienza por revisar si tú lo haces así y, de no ser así, puedes comenzar por modificar tu propia conducta. Y no se trata de “controlarte”, pues esto sólo pospone una manifestación aún mayor del enojo, por todo lo que vamos acumulando. Se trata realmente de reconocer el enojo, de darle cabida y encontrar la forma apropiada de expresarlo. En otras palabras: ¡no podemos utilizar el enojo para manejar el enojo!
– Válida el sentimiento de tu hijo. Minimizar el sentimiento o intentar negarlo sólo empeora la situación. Palabras como “entiendo que estás muy enojado” validan el sentimiento.
– Reconoce la diferencia entre “reaccionar” y “responder.” Aunque pudiera parecer que estamos hablando de lo mismo, la diferencia entre ambas conductas es enorme. Cuando reaccionamos ante una situación, solemos hacerlo de manera impulsiva, sin pensar en las consecuencias y la reacción no hace nada por resolver la situación original; los niños pueden describirlo como “es como si algo se apodera de mí.” Responder ante una situación toma más tiempo, nos da más tiempo de pensar en nuestra respuesta; la respuesta toma en cuenta la situación, permite reconocer los sentimientos propios y ajenos y te permite buscar una solución positiva a la situación
– Reconocer la fuente del enojo, sus causas. Tómate el tiempo para sentarse a platicar con el niño; ayúdalo a identificar qué fue lo que lo hizo enojar. Evita las posturas de crítica: si quieres que el niño hable abiertamente, escucha su relato sin interrumpir, sin criticarlo. Una vez que reconoce el origen de su enojo, ayúdalo a encontrar posibles soluciones para la situación.
– Haz equipo con tu hijo. Si puedes transmitir al niño que tú estás de su lado, es más fácil que enfrente su enojo. En ocasiones los niños se sienten abrumados por la magnitud de su reacción y no pueden lidiar con ella solos; si te pones de su lado ya son dos contra uno: ustedes contra el enojo. Además, de esta manera, transmites al niño que el enojo es el problema y no él.
– Ayúdalo a reconocer sus emociones y las de los demás. En muchas ocasiones los niños se meten en problemas porque no saben “leer” las reacciones de los demás; por ejemplo, el niño puede no darse cuenta de que mamá está cansada o se está enojando y continuar con una conducta que es molesta. Si, por su parte, la mamá tampoco puede reconocer su propio enojo, tenemos un escenario perfecto para un conflicto entre la mamá y el niño.
– Habíamos mencionado que una de las principales causas del enojo en los niños es la frustración, el sentimiento de impotencia. Conforme el niño va ganando independencia, puede ir superando este sentimiento. Veamos algunas formas de apoyarlo para crecer en esta dirección:
– Permite que el niño tome decisiones, permite que se equivoque.
– Permite que participe en el establecimiento de reglas y consecuencias en casa
– Sé consistente en la aplicación de estas reglas y consecuencias
Como todas las cosas en la vida, el enojo siempre empieza pequeño. Y el mejor momento para detenerlo es cuando es pequeño. Tú puedes ayudar al niño a detectar cuando el enojo está empezando. Apóyalo para conocer a su enojo. La mejor forma de vencer a tu enemigo es si lo conoces:
– ¿Que pasó justo antes de que estallara el enojo?
– ¿Cómo se sentía el niño?
– ¿Qué quiere o qué necesita?
– ¿Qué puede hacer para que la situación sea mejor?
– Anticipa las situaciones que generan la conducta de enojo. Por ejemplo: si sabes que el niño se vuelve más intolerante cuando tiene hambre o sueño, organiza tus actividades de tal forma que eviten ponerse en este tipo de situaciones.
– Comenten cuando su respuesta es adecuada
– Si el niño está fuera de control, puede ser recomendable designar un lugar tranquilo donde pueda estar solo mientras se tranquiliza. Intentar resolver algo en ese momento es una tarea inútil
– Ayuda al niño a comprender que puede escoger cómo reaccionar cuando está enojado; a descubrir qué técnicas de autocontrol le sirven a él. Podrías decirle: “cuando yo estoy enojada, a mí me sirve…”
- Respirar lentamente
- Escuchar música
- Escribir acerca de lo que siento
- Irme a mi cuarto un rato sola
- Jugar con mi perro
- Dar una vuelta
- Salir a correr
- Platicar con una amiga
- Invitarlo a que pruebe alguna de estas estrategias
Finalmente me gustaría decirte que, si sientes que tú no puedes manejar la situación sola, pide ayuda. En la actualidad existen muchos enfoques psicoterapéuticos que te pueden apoyar para enfrentar esta situación con tu hijo.
La elección de un terapeuta depende de muchos factores, como la edad de tu hijo, el tipo de problema que presenta, tu forma de ser, si te sientes mejor con un terapeuta hombre o con una mujer, etc. Toma todo el tiempo que necesites para elegir un buen terapeuta y, sobre todo, confía en tus sentimientos: elige a alguien que te haga sentir apoyada y entendida, alguien en quien puedas confiar.
A final de cuentas, eso es lo mismo que quieres trasmitir a tu hijo cuando está enojado, ¿verdad? ¡Buena suerte!
Lecturas sugeridas:
Between parent & child. Dr. Haim Ginott (1965)
David D. Burns. Feeling Good: the new mood therapy
Ross Campbell, M-D. How to really love your child