En esta ocasión, les comparto dos mensajes de un mismo tema: cómo lograr que los hermanos se lleven bien.
Hola doctora, buenas noches:
Tenía mucho que no leía los artículos de bbmundo y recién he leído los artículos de Prohibido Castigar. Me gustaría si es posible que me dé algún consejo, ya que me encantaría tener una alternativa con mis hijos, pues estoy cansada ya de tanto pleito. Le cuento:
Tengo un niño de 8 años y medio y una nena de 2 años y medio. El problema es que el niño siempre está molestando a su hermana y ella es bastante renegona; ha llegado al grado que apenas ve a su hermano y empiezan a pelear. No siempre le pega para conseguir que la deje en paz, pero sí empieza a gritarle luego luego que la deje en paz; éste no lo hace y empieza a fastidiarle quitándole algún juguete o simplemente pasando y empujándola; entonces ella reacciona golpeándolo con lo primero que encuentra… a veces comprendo que los hermanos pelean, que es algo “natural,” pero en verdad es algo desgastante porque no me puedo poner siempre del lado de uno y regañar al otro o a ambos.
Quisiera consejos de cómo puedo manejar mejor la situación. Le agradezco eternamente un buen consejo.
Si quisiera saber algún otro detalle, con gusto le cuento más. ¡Gracias y que pase excelente noche! ¡Le agradezco de ante mano su atención!
Atte. Lorena
Dra. Nancy,
Mi nombre es Andrea y soy mamá de dos niños, Eduardo de 7 años y Tomás de 4 años. Por la diferencia de edades sus intereses coinciden muy poco; sin embargo, es hasta ahora, en estas vacaciones, donde hemos pasado más tiempo juntos en casa, cuando sus diferencias son más marcadas y, además, poco toleradas por ambas partes. Apenas despiertan y ya se están peleando por todo, incluso llegando a los golpes.
Debo reconocer que tampoco he sido muy tolerante y mi primera reacción es gritarles, amenazarlos con quitarles las cosas y hasta castigarlos sin postre. Estos métodos me han dado poco o ningún resultado. Por lo que estoy cansada, frustrada y agotada de que nuestros días sean así. Son hermanos y quiero que se lleven bien y se respeten.
Quisiera saber si hay alguna manera en la que pueda lograr que convivan en armonía sin seguir desgastando la relación entre hermanos.
Muchas gracias.
Al final de su mensaje, Andrea me pedía una cita; ella y su esposo han iniciado un proceso de asesoría conmigo. De marera similar a lo que he propuesto en relación a las tareas, diseñamos una estrategia para intentar resolver el problema.
La idea fundamental es que, para que los niños puedan permanecer en el mismo espacio (ya sea en la recámara del cuarto de juegos) deben aprender a convivir de forma armónica.
Les propuse que platicaran con ellos y, utilizando sus propias palabras, les transmitieran el siguiente mensaje:
“A nosotros nos resulta muy molesto escuchar que ustedes discuten y se pelean con mucha frecuencia. Hemos intentado resolverlo de muchas formas, sin obtener resultados, por lo que ahora vamos a establecer un programa con ustedes.”
Aquí los padres se aseguran que los niños saben lo que es un boleto. Y ahora les explican:
“Para que ustedes puedan compartir el cuarto de juegos, deberán aprender a hacerlo de forma armónica. Esto significa que cada uno de ustedes debe respetar al otro y hablarle en una forma correcta. Si desean jugar juntos está bien, pero si no, cada uno puede hacer sus propias actividades.
Mientras que nosotros escuchemos que se están llevando bien, ambos podrán permanecer en el mismo espacio. Si escuchamos que empiezan a tener dificultades, vamos a entender que, en ese momento, no pueden estar juntos y entonces vamos a pedirle a uno de los dos que se quede en el cuarto de juegos y el otro se irá a la recámara.
Después de que estén separados por un rato, les daremos oportunidad de que vuelvan a compartir el espacio. Y el boleto para que puedan estar en el mismo lugar es que utilicen el espacio de forma respetuosa.”
Los padres estuvieron de acuerdo en probar este sistema con los niños. A continuación les comparto un testimonio de cómo les fue durante la primera semana.
Dra. Nancy,
Con referencia al problema de sana convivencia que tengo entre mis hijos y después de probar todos los castigos y regaños posibles, decidí intentar el método de Prohibido Castigar. Me senté a platicar con Eduardo y Tomás para comunicarles que yo ya no pensaba gritar más en casa, que a partir de hoy necesitaba que se llevaran bien, aunque no siempre jueguen juntos, pero sí que convivieran en armonía.
Por supuesto, a los cinco minutos estaban peleando nuevamente, en cuanto los dejé solos en su cuarto de juegos. Lo que hice fue dejar a uno de ellos en ese cuarto y me llevé al otro a su recámara con algunos juguetes; los separé por un breve período de tiempo y luego los volví a juntar. Así ocurrió un par de veces más, hasta que lograron entender que aunque no había regaños, tenían consecuencias.
Igualmente los integré con juegos que sí disfrutaran en común, así que diario he dedicado una hora a jugar con los dos juegos de mesa como dominó, serpientes y escaleras, monopoly, rompecabezas, etc.
Hasta ahora he tenido buenos resultados y en la casa se siente un ambiente mucho más tranquilo que antes.
Muchas gracias por los consejos.
Andrea
El objetivo fundamental de un programa de este tipo es que los chicos aprendan a convivir, es decir, que se den cuenta de que tienen un amigo en casa y deseen pasar tiempo juntos.
Debido a la diferencia de edad y de intereses entre los chicos, Andrea hizo una adaptación a lo que habíamos propuesto, ya que ella no utilizó el boleto. Sin embargo, como podemos ver, lo que ella hizo funcionó: existe un ambiente de más armonía en la casa y los niños han descubierto que sí existen actividades que les pueden gustar a los dos, los juegos de mesa, que les permiten pasar tiempo juntos.
Por el momento, conviven en compañía de la mamá – una convivencia que me parece muy deseable. La idea, ahora, será que puedan llegar al punto en que también logren jugar solos – es decir, que a veces puedan pasar tiempo juntos en el mismo espacio, llevando a cabo cada quien sus propias actividades y, en otras ocasiones, puedan jugar juntos, con o sin la compañía de un adulto.
Como les había comentado, los padres están acudiendo conmigo a una asesoría para el manejo conductual de los niños; después de revisar los avances, los dejamos durante una semana aprendiendo a convivir de forma más armónica con el sistema que Andrea implementó.
En la siguiente sesión, analizamos que, al utilizar los juegos de mesa, la mamá se estaba moviendo en el “territorio” de Enrique, el mayor, un niño que prefiere las actividades manuales, sedentarias, que involucran la creatividad y la planeación. Tomás, el menor, es un niño más activo y prefiere actividades físicas. Entonces les sugerí que también empezaran a incluir los intereses de Tomás en las actividades de convivencia entre los hermanos.
Al papá le pareció una buena idea y propusimos que con mamá, cuyos gustos son más parecidos a los de Enrique, continuarían con las actividades que están haciendo actualmente y, con el papá, buscarían otras que implicaran más movimiento, como jugar a la pelota o salir a nadar.
Otro de las cosas que sugerí es que sería importante que ambos padres empezaran a pasar tiempo por separado con cada uno de los niños; en esta familia en especial esto es importante debido a la diferencia de edad y de intereses entre los niños. Pero, en términos generales, es algo que yo propongo en todas las familias: que, siempre que sea posible, cada uno de los padres dedique tiempo de calidad a los niños por separado; esto permite establecer una relación más cercana con cada uno de ellos, conocerlos mejor, y que ellos los conozcan mejor.
Entonces, por ejemplo, mientras papá va a andar en bicicleta con uno de los niños, mamá podría ir a patinar con el otro; más tarde, pueden reunirse para comer todos juntos y, por qué no, salir al cine o ver una película en casa.
Recuerdo un par de hermanos de 6 y 8 años de edad, que peleaban a golpes frecuentemente. La mamá estaba desesperada. Implementamos un programa en el que cualquier conducta que implicara colaboración recibía puntos, que ambos podrían cambiar por actividades.
Lo que empezaron a hacer, por iniciativa propia, es que cada uno de ellos compartía su “semana” con el otro; por ejemplo: compraba un helado para él y uno para su hermano; entonces recibían una pelotita de colores. La idea era que, una vez que llenaran un recipiente con las pelotitas, podrían ir juntos a brincar en un centro de trampolines.
Lo más interesante del caso fue que, en un principio, cada vez que hacían una “buena acción,” le recordaban a la mamá que debían recibir la pelotita. Pero en menos de una semana, se olvidaron de ellas y realmente comenzaron a llevarse muy bien. Esta convivencia ha continuado hasta la fecha, en que ya son adolescentes y son, verdaderamente, los mejores amigos.
Me gustaría pensar que esta actividad fue el parte aguas que les permitió descubrir al amigo que tenían en casa.
Y tú, ¿has vivido situaciones similares con tus hijos? Si te gustaría compartir tu historia y que yo la analizara en este espacio, puedes enviarme un correo a:
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