No es más que un niño

by | Jul 30, 2018 | Mi Doctora Nancy, Niños

Acabo de terminar una sesión, una de las sesiones más conmovedoras en las que la vida me ha permitido participar. Me siento agradecida… ¿y por qué les cuento esto ahora?

Muchas de ustedes me han escrito que están convencidas con las ideas que leen en este espacio, pero que, al momento de implementarlas, no saben cómo hacerlo.

En la sesión, la mamá me preguntaba: y cómo logro no regañar a mi hijo? Recordé un poema que escuchaba yo de niña: Enrique Rabal, gran actor hispano-mexicano, grabó una serie llamada Carta a mi Hijo. Rescaté una frase y se la obsequié: “Cada vez que vayas a regañar al niño repite esta frase; estoy segura de que, poco a poco, te ayudará a alcanzar tu objetivo: “No es más que un niño, un niño pequeñito”.

Hoy dedico este espacio a la memoria de Enrique Rambal y al deseo que esta frase también les sea de utilidad. Al final, la liga para oír el poema en su bella e inolvidable voz.

Título: Sólo es un niño (Papá olvida)

Declamador: Enrique Rambal

Autor: W. Livinston Larned

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama.

Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con la toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo.

Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: “¡Adiós, papa!” y yo fruncí el entrecejo y te respondí: “¡Ten erguidos los hombros!”

Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso.

¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca, y entraste tímidamente con una mirada de perseguido? Cuando levante la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. “¿Qué quieres ahora?” Te dije bruscamente.

Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agostar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidos por la escalera.

Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entro en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre?

La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y media según la vara de mis años maduros.

Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado a tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.

Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estas despierto, pero mañana seré un verdadero papa. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando este por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: “No es más que un niño, un niño pequeñito”.

Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebe todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado.

Quién es Nancy

Contacto

Conferencias

Publicaciones

Artículos

Libro "Prohibido Castigar"

Medios

Videos

Podcasts

Webinars

Citas

+52 55 5294-0354

Email

midoctoranancy@gmail.com

2024 Mi Doctora Nancy Steinberg © Todos los derechos reservados