Cuando una pareja se casa, lo hace “para siempre.” Pero en un porcentaje cada vez mayor de matrimonios, esta intención queda trunca: en México, como en el resto del mundo, el número de divorcios ha aumentado en forma alarmante y continúa haciéndolo cada año.
Esto no significa que divorciarse no duela: cada pareja que termina en divorcio atraviesa por un proceso de dolor debido a la separación y la manera de reaccionar de cada persona frente a esta situación es diferente, pero generalmente refleja su intento de lidiar con el dolor y encontrar la mejor forma de adaptarse a sus nuevas condiciones de vida.
Cuando existen hijos, la situación se complica: al mismo tiempo que cada uno de los miembros de la pareja que se está desintegrando debe hacerse cargo de su propia readaptación, debe ayudar a sus hijos a manejar el dolor, el enojo y el temor ante lo desconocido. El último acto de amor que una pareja puede obsequiar a sus hijos en el momento del la separación es, sin duda alguna, comunicar la decisión en forma conjunta, explicando a los hijos que la separación es entre los padres y que el amor que cada uno de ellos siente por los hijos es incondicional e indestructible.
También es importante que los niños tengan claro que la decisión de separarse depende de los padres y no de algo que ellos hayan hecho; los niños no hicieron nada para separarlos, pero tampoco pueden hacer nada para reunirlos.
Desgraciadamente, esto no siempre sucede así: es muy fácil caer en la tentación de “ganar puntos” con el niño hablando mal del ex-cónyuge. Los padres olvidan que, independientemente de qué tan buena o mala persona sea, es el papá que le tocó al niño, de tal manera que, al intentar dañar la imagen del ex-cónyuge frente al niño, sólo conseguiremos hacerle más daño al niño.
Supongamos que, verdaderamente, el ex-cónyuge es una gente con enormes defectos. ¿Te puedes imaginar el dolor que representa para un niño darse cuenta de esta realidad? ¿Necesitas tú contribuir a aumentar su dolor, mostrándole las deficiencias del otro?
Cuando llego a este punto en mi consulta, generalmente les platico a mis pacientes un chiste que me gustaría compartir con ustedes.
En el patio de un convento, una monjita intentaba barrer; pero las palomas dificultaban su quehacer. De manera que la monjita intentaba ahuyentarlas con la escoba mientras decía: “a la Ch*%&</%, a la Ch*%&</%, !” Percatándose de la situación, la Madre Superiora se acerca y, tomando la escoba en sus manos, le muestra: “pero Sor Marthita, no es necesario; mire.” La Madre Superiora intenta ahuyentar a las palomas con la escoba, mientras hace tch tch con la boca; y dice: “ellas, solitas, se van a la Ch*%&</% .”
En este caso sucede igual. Tristemente, el niño se dará cuenta, solito, de quién es su padre y quién es su madre. Nosotros no tenemos que colaborar… .
… pero muchas veces, lo hacemos.
La realidad es que es muy difícil proteger a los niños de los mensajes sutiles que se transmiten en el proceso de un divorcio; el niño capta (y sufre) las agresiones que se intercambian entre una pareja en proceso de desintegración.
Pero, en ocasiones, esto llega a ser patológico y da lugar a lo que se ha llamado el Síndrome de Alienación Parental.
Este Síndrome fue descrito por Richard Gardner en 1985.
Se trata de un esfuerzo por parte de uno de los progenitores (más frecuentemente la madre) para denigrar al otro de forma tal que el niño ya no desea mantener una relación con él. No solamente intenta destruirlo, sino también hace que el niño se una al proceso. El niño se convierte en un arma, en el portavoz o cómplice de este intento del padre preferido por desacreditar al otro.
El precio que el niño debe pagar por recibir el amor de progenitor preferido es la destrucción de su empatía, su amor e identificación con el otro progenitor, pues se ve forzado a un conflicto abierto con el otro. Cuando el preferido logra su cometido, la relación emocional del niño con el deteriorado se rompe completamente, pero en el proceso, las necesidades del niño se ven completamente ignoradas.
Diversos especialistas han señalado que una de las mejores formas de detectar este problema es cuando los niños hablan de uno de sus padres como si fuera perfecto mientras que el otro es descrito en términos despectivos, como si fuera la encarnación de todo lo negativo. Además, en el lenguaje del niño se puede detectar que ha sido “programado”: utiliza un lenguaje que no corresponde a su edad, que sólo pudo haberle escuchado a un adulto… generalmente refleja la excesiva descalificación del padre preferido con respecto al otro.
Por supuesto que este Síndrome afecta a todos los involucrados: ambos padres y los hijos.
El Síndrome de Alienación Parental suele ser el resultado de la dificultad que tiene el adulto para enfrentar la pérdida de su pareja. Y si el origen de la dificultad tiene su lugar en el adulto, es claro que es ahí donde debe comenzar a resolverse el problema.
En esta como en muchas otras situaciones, la prevención puede ser nuestra mejor herramienta para evitar problemas futuros. Tomemos conciencia del daño que podemos hacer a nuestros hijos con actitudes como las que he descrito; si tienes dificultad para manejar las emociones intensas que te genera una separación o divorcio (como depresión, enojo, resentimiento) !busca ayuda!
Si te interesa saber más acerca del tema, también puedes escuchar el podcast del programa de radio que presentamos con Martha Debayle el 3 de abril de 2013. Aquí la liga.
Si tú te encuentras en una situación similar, intenta hablar con tu ex – cónyuge acerca de tus derechos de visita. Si te acercas a la cuestión con calma y lógica, es posible que puedas llegar a una tregua, al menos en lo que respecta a las visitas, sin tener que acudir a otras instancias.
Si llegar a un acuerdo sobre cualquier tema es casi imposible en este momento, tristemente puede ser momento de consultar a un abogado o recurrir a los tribunales en busca de ayuda.
¿Te gustaría compartir tu experiencia como víctima de alienación parental? Envía un testimonio a:
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