Todos estamos de acuerdo: disciplinar a nuestros hijos no es una tarea fácil. Es, en verdad, todo un reto. Y más en esta época en la que todo parece moverse a una velocidad vertiginosa.
No me cabe duda que, hoy en día, las mamás tienen mucha más conciencia y mucha más información.
Pues bien. No deja de sorprenderme que, ante tal avalancha de información, conocimiento, conciencia y tecnología, las mamás sigamos atoradas en la creencia de que, para disciplinar, sólo existen dos opciones: los premios y los castigos.
Y ello a pesar de que nos hemos dado cuenta de que estos métodos a veces funcionan y otras no; o que su efecto dura períodos cortos, para después perder su efectividad.
Yo todavía no he conocido a una mamá que, propositivamente, haga algo para lastimar a sus hijos.
Una y otra vez, en consulta, me he encontrado con mamás que se sienten culpables, desorientadas, poco eficientes o desesperadas al castigar y no obtener resultados. Entonces, ¿por qué lo siguen haciendo?
Yo creo que hay dos razones fundamentales:
1. Seguimos castigando porque estamos convencidas de que, si algo no funciona, es porque lo estamos haciendo mal: o el castigo no ha sido suficientemente severo o el premio es algo que no le gusta al niño. Entonces incrementamos la fuerza o duración del castigo; o le ofrecemos al niño un premio distinto, para ver si “ahora sí” su conducta mejora.
2. Nos resistimos a dejar de castigar porque no tenemos otra alternativa. Infinidad de veces, cuando digo esto a las mamás en consulta, o cuando me han escuchado en el radio, o leído algún artículo mío, me preguntan desesperadas: ¿entonces, qué hago?
Empecemos por ver de dónde surge el problema y, tal vez, después de leer esto, quedes convencida: los castigos no funcionan. Veamos por qué:
– No existe una relación causa-efecto entre el castigo y la conducta que estás tratando de modificar. ¿Qué relación hay entre, por ejemplo, no estudiar y no ir a casa de mi amigo?
– No hay una relación de temporalidad entre la conducta y el castigo. El niño reprueba en enero y no se va de viaje en diciembre…
– No hay consistencia en la aplicación de las reglas en casa; a veces, ni siquiera hay claridad con respecto a las reglas!
– Acompañamos el intento de disciplinar de una amenaza que, muy frecuentemente, no se cumple; por lo que tú pierdes credibilidad
– El niño está dispuesto a “pagar el precio” por salirse con la suya; como dice el dicho popular, “lo bailado nadie me lo quita…”
Por estas y otras razones, creer que los castigos funcionan es como esperar que una persona enferma mejore si le damos el medicamento equivocado – “si tan solo encontramos la dosis correcta.”
No hay dosis correcta de castigo. ¡Simplemente no funciona!
Y ya las oigo decir: ¿entonces, qué hago?
La buena noticia es que sí hay una forma correcta de disciplinar a tus hijos: la disciplina a través de las consecuencias naturales de nuestras acciones.
En esta serie de artículos que he preparado para ti, iremos analizando a fondo diversas situaciones en las que podrás ver – realmente ver! – la forma de lograr que tus hijos colaboren contigo. Y ojo: no dije “hagan lo que tú quieres” porque eso se puede… ¡pero no es lo deseable!
Por el momento, una probadita…
Tu hijo llega de la escuela y deja la mochila tirada en la entrada, al lado de las escaleras. Eso a ti te molesta, pero por más que has intentado, no logras que deje de hacerlo.
Escena 1:
Gritando: “Ya te he dicho hasta el cansancio que me choca que dejes tus cosas tiradas por toda la casa; esta casa siempre parece un muladar! Vete a tu cuarto y te quedas sin comer, a ver si ahora sí entiendes!!!”
Escena 2:
Hablando en un tono de voz normal: “Cuando tú dejas la mochila ahí, yo me siento incómoda, pues he puesto mucho empeño en mantener la casa limpia y ordenada. Qué podríamos hacer para que la pongas en su lugar?”
¿Cuál de estas dos escenas te parece más deseable?
Y…
¿Cuál de estas dos escenas es más probable que ocurra en tu casa?
En el próximo artículo analizaremos este ejemplo, y daremos ideas de cómo se puede llegar a lograr la segunda escena que, espero, hayas encontrado más deseable. Porque en lo que a disciplina se refiere, tu labor más importante como mamá es encontrar un equilibrio que te permita disciplinar y al mismo tiempo mantener una buena relación con tus hijos.
Lograr la colaboración de todos es labor de todos, pero debe empezar por ti.
Buena suerte!